UN JUEGO DE ANGELES
Así que Issa era un ángel. Desde muy pequeñita estiraba su cuello para asomarse por las ventanas a mirar el cielo, lo que le hacía sostener la cabeza muy derecha. Sus ojos se quedaban largos ratos sobre el techo, lleno de reflejos de luces que hacían movimientos espirales, ondulantes, cónicos. Se quedaba muy quieta con la música del piano que a veces se escuchaba a lo lejos y se entretenía deslizando sus manos por la piel tan suave y blanca de sus pies. Dotada con toda la personalidad de un ángel, Issa conocía desde que nació el intuitivo impulso de quién era ella, pues lo sabía y lo sentía fuertemente en su corazón El único problema de Issa es que sus padres no pertenecían al cielo, ni su casa estaba rodeada de las ternuras y belleza que sus ojos buscaban, ni encontraba miradas apacibles ni amables atenciones.
Issa llego al mundo dentro de un hogar austero y descuidado, con una madre tan fría y distante como la estrella polar, quien la cargaba con impaciencia y desespero y le hablaba con una voz ruidosa. Muy a menudo era arrullada por las riñas y el televisor y se quedaba dormida entre los suspiros de un llanto no atendido. Conforme la pequeña crecía, eso la ponía muy triste, casi no hablaba y era tímida, solitaria y cabizbaja, pues observaba que su alrededor no coincidía con su sentimiento extraordinariamente virtuoso.
De esta forma Issa se hizo demasiado reservada y no tenía amigas porque sentía que ninguna niña podía serlo pues todas eran raras, envidiosas y hablaban de cosas muy aburridas por lo que prefería ponerse a dibujar rizos, líneas, alas, todos sus trazos en tonos azules, del mismo color que se vestía muy a menudo. Crecía y hubo el tiempo en que intentó complacer a los demás olvidándose de lo que sentía, pero la indiferencia y la ingratitud la llevaron a evitar la compañía de los adultos, con intereses extraños que ella no comprendía, no se daban de más, se guardaban sus poesías y su arte en la caja hermética de sus indecisiones, dudas y miedos.
Y mientras Issa vivía confundida, no sabía qué hacer en ese mundo, intentando asumir la actitud genuina de los ángeles dentro de un lugar burdo, frío y muy cuidado de la imagen y de la apariencia.
Issa comenzaba a volverse una mujer amarga, iracunda y caprichosa, pues había caído en el juego del ego, hasta que un día, como a todos llega, llegó una oportunidad a Issa, y una fría mañana cerca de la naturaleza, en el bosque, alguien le habló: “Ya se te olvidó, ¿verdad?”, le dijo aquella voz con autoridad y dulzura.
Issa reconoció aquella voz, aunque no recordaba haberla escuchado antes. Sintió nostalgia al escucharla y vio en ese momento su propia vida, asumiendo en un instante la fuerte responsabilidad por la forma en que se sentía: un angel sin cielo.
Así pues, ¿qué “demonios”estaba haciendo ahí, donde no correspondía? Recordó esa mañana de invierno todo el coraje y la tristeza que sentía y una suave inspiración toco su corazón. De pronto, aquel murmullo (de un ángel o de ella misma, no se sabe) le hizo notar con una implacable corazonada que quizá no era necesario tener el cielo para ser un ángel, que lo que sentía era lo que tenía que entintar en la Tierra y no dejarse entintar por los juegos tramposos de la Tierra.
Issa entonces intentó crearse su propio cielo y comenzó a tratar a las personas como si fuesen ángeles. Era difícil, muy difícil al principio ver en las personas su lado generoso y no el que ellas mostraban. Se esforzaba por creer en la gente y por no desconfiar como todos le decían, por decir lo que sentía, aunque fuera algo raro, incongruente o hasta tonto:
hablaba de la muerte como si hablara de la vida y del dolor como el nacimiento de algo hermoso. El miedo, la ira y la enfermedad sólo eran recordatorios de que ella olvidaba lo que era y le servían para poner más empeño en ver el amor en el odio, en fortalecer su miedo con fe, en ver a los pájaros de colores alegres que vuelan debajo del trapo oscuro con el que se tapan las jaulas. Cuando se desesperaba por no lograr lo que deseaba, al instante se acordaba que estaba en la Tierra y que había que entender el tiempo de otra forma, había que poner más atención en las etapas de la naturaleza y los importantes ciclos de la destrucción y la regeneración que preparan los frutos como dulce gratificación al proceso creativo. Ella aprendió a amar y admirar a todos los seres, aun aunque éstos fuesen impacientes, soberbios o tiranos, pues ella prefería ver lo que se escondía debajo de aquellos “egos alterados”. De esta manera, con observación, paciencia y entendimiento fue co-creando no a partir de la imagen sino a partir de lo que era, las oportunidades fueron cayendo “como del cielo”, amaba los trabajos que tenía como algo sagrado y solía sentir un profundo respeto por los espiritus naturales, o devas, quienes de una forma invisible sirven organizando y coordinando a cada organismo. La voz que le continuo hablando que era como el aire que le sacudía el polvo del miedo que contaminaba el ambiente no supo que o quien era, pero era como una sinfonía hermosa y recreativa.
Gracias al ingenio que ella utilizó para aprovechar los talentos creadores de su condición humana y poner a favor todo el inmenso poderío de su intuición y acción, había logrado sintonizar lo que era creando a partir de lo que sentía profundamente, aprendió a reírse de los trucos de los humanos y Todo era un juego de ángeles.
Por Arual Joshua
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