CANCION DE NAVIDAD
Por Charles Dickens
CAPITULO I
EL ESPECTRO DE MARLEY
2 PARTE
La
cara de Marley. No era una sombra impenetrable, como los demás objetos de la
calleja, pues la rodeaba un medroso fulgor. semejante al que presentaría una
langosta en mal estado puesta en un sótano obscuro. No aparecía colérico ni
feroz, sino que miraba a Scrooge como Marley acostumbraba: con espectrales
anteojos levantados hacía la frente espectral. Agitábanse curiosamente sus
cabellos, como ante un soplo de aire ardoroso, y sus ojos, aunque hallábanse
abiertos por completo, estaban absolutamente inmóviles. Todo eso, y su palidez,
le hacían horrible: pero este horror parecía ajeno a la cara, fuera de su
dominio, más bien que una parte de su propia expresión.
Cuando
Scrooge se puso a considerar atentamente aquel fenómeno, ya el llamador era
otra vez un llamador.
Decir
que no se sintió inquieto o que su sangre no experimentó una terrible
sensación, desconocida desde la infancia, sería mentir. Pero llevó la mano a la
llave que había abandonado. la hizo girar resueltamente, penetró y encendió una
bujía.
Detúvose
con vacilación momentánea, antes de cerrar la puerta, y miró detrás de ella con
desconfianza, aguardando casi aterrorizarse a la vista del cabello de Marley
pegado en la parte exterior: pero no había nada sobre la puerta, excepto los
tornillos y tuercas que sujetaban el llamador, por lo cual exclamó: "¡Bah,
bah!". y 1a cerró de golpe.
Resonó
el portazo en toda la casa como un trueno. Encima todas las habitaciones, y
debajo todas las cubas en el sótano del vinatero, parecieron poseer estrépito
de ecos independientes de la puerta de Scrooge. que no era hombre a quien
espantasen los ecos. Sujetó la puerta, cruzó el zaguán y empezó a subir la
escalera lentamente, sin embargo, alumbrando un lado y otro conforme subía.
Podéis
hablar vagamente de las viejas escaleras de antaño, por las cuales hubiera
podido subir fácilmente un coche de seis caballos o el cortejo de una sesión
parlamentaria. Pero yo os digo que la escalera de Scrooge era cosa muy
diferente: habría de subir por ella un coche fúnebre, y lo haría con toda facilidad.
Había
allí suficiente amplitud para ello y aun sobraba espacio; tal es, quizás, la
razón por la cual pensó Scrooge ver una comitiva fúnebre en movimiento delante
de él en la obscuridad. Medía docena de faroles de gas de las calles no habrían
iluminado bastante bien el vestíbulo; supondréis, pues, que estaba un tanto
obscuro con la manera de alumbrar de Scrooge, que siguió subiendo sin
preocuparse por ello. La obscuridad es barata y por eso agradábale a Scrooge.
Pero antes de cerrar la pesada puerta, registró las habitaciones para ver si
todo estaba en orden; precisamente deseaba hacerlo, porque persistía en él el
recuerdo de aquella cara.
La
salita, el dormitorio, el cuarto de trastos, todo estaba normal. Nadie debajo
de la mesa, nadie debajo del sofá; un poco de lumbre en la rejilla; la cuchara
y la jofaina, listas; y la cacerolita, con un cocimiento (Scrooge tenía un
resfriado de cabeza) junto al hogar. Nadie debajo de la cama; nadie en el gabinete;
nadie dentro de la bata, que colgaba de la pared en actitud sospechosa. El
cuarto de los trastos, como siempre. El viejo guardafuegos, los zapatos viejos,
dos cestas para pescado, el lavabo de tres patas y un atizador.
Enteramente
satisfecho, cerró la puerta y echó la llave, dándole dos vueltas, lo cual no
era su costumbre. Asegurado así. contra toda sorpresa, se quitó la corbata,
púsose la bata, las zapatillas y el gorro de dormir, y se sentó delante
del fuego para tomar su cocimiento.
Era
en verdad un fuego insignificante: nada para noche tan cruda. Víose obligado a
arrimarse a él todo lo posible, cubriéndolo, para poder extraer la más pequeña
sensación de calor de tal puñado de combustible. El hogar era viejo, construido
por algún comerciante holandés mucho tiempo antes, y pavimentado con extraños
ladrillos holandeses, que representaban escenas de las Escrituras. Había Caínes
y Abeles, hijas de Faraón. reinas de Sabá, mensajeros angélicos descendiendo a
través del aire sobre nubes que parecían de plumón, Abrahanes, Baltasares,
apóstoles navegando en mantequilleras, cientos de figuras para atraer la
atención; no obstante, aquella cara de Marley, muerto siete años antes; llegaba
como la vara del antiguo Profeta y hacía desaparecer todo. Si cada uno de los.
pulidos ladrillos hubiera estado en blanco, con virtud para presentar sobre su
superficie alguna figura proveniente de los fragmentados pensamientos de
Scrooge, habría aparecido una copia de la cabeza del viejo Marley sobre todos
ellos.
-¡Patrañas!
-dijo Scrooge, y empezó a pasear por la habitación.
Después
de algunos paseos, volvió a sentarse. Al recostarse en la silla, su mirada fue
a tropezar con una campanilla, una campanilla que no se utilizaba. colgada en
la habitación. y que comunicaba. para algún servicio olvidado, con un cuarto
del piso más alto del edificio. Con gran admiración, y con extraño e
inexplicable temor, vio que la campanilla empezaba a oscilar. Oscilaba tan
suavemente al principio, que apenas producía sonido; pero pronto sonó
estrepitosamente y lo mismo hicieron todas las campanillas de la casa.
Ello
podría durar medio minuto, un minuto, mas a Scrooge le pareció una hora. Las
campanillas dejaron de sonar como habían empezado: todas a la vez. A aquel
estrépito siguió un ruido rechinante, que venía de la parte más profunda, como
si alguien arrastrase una pesada cadena sobre los toneles del sótano del
vinatero. Entonces recordó Scrooge haber oído que los espectros que se
aparecían en las casas presentábanse arrastrando cadenas.
La
puerta del sótano abrióse con estrépito y luego se oyó el ruido con mucha mayor
claridad en el piso de abajo: después el viejo oyó que el ruido subía por la
escalera: después, que se dirigía derechamente hacia su puerta.
-¿Patrañas,
nada más! -dijo Scrooge-. No quiero pensar en ello.
Sin
embargo, cambió de color cuando, sin detenerse, el Espectro pasó a través de la
pesada puerta y entró en la habitación ante sus ojos. Cuando entró, la
moribunda llama dio un salto, como si gritara: "¡Le conozco!· ¡Es el
espectro de Marley!", y volvió a caer.
La
misma cara, exactamente la misma. Marley, con sus cabellos erizados, su chaleco
habitual, sus estrechos calzones y sus botas, y con su casaca ribeteada. La
cadena que arrastraba llevábala alrededor de la cintura; era larga y estaba
sujeta a él como una cola, y se componía (pues Scrooge la observó muy de cerca)
de cajas de caudales, llaves, candados, libros comerciales, documentos y
fuertes bolsillos de acero. Su cuerpo era transparente, de modo que Scrooge.
observándole y mirando ,a través de su chaleco, pudo ver los dos botones de la
parte posterior de la casaca.
Scrooge
había oído decir muchas veces que Marley no tenía entrañas; pero nunca lo había
creído hasta entonces.
No,
ni aun entonces lo creía. Aunque miraba al Fantasma de parte a parte y le veía
en píe delante de él: aunque sentía la escalofriante influencia de sus ojos
fríos como la muerte, y comprobaba aún el tejido del pañuelo que le rodeaba la
cabeza y la barba, y el cual no había observado antes, sentíase aún incrédulo y
luchaba contra sus sentidos.
-¡Cómo!
-dijo Scrooge, cáustico y frío como siempre-. ¿Qué queréis de mí?
-¡Mucho!
-contestó la voz de Marley, pues tal era, sin duda.
-¿Quién
sois? -Preguntadme quién fui.
-¿Quién
fuisteis pues? -dijo Scrooge, alzando la voz.
-En
vida fui vuestro socio, Jacob Marley.
-¿Podéís...
podéis sentaros? -preguntó Scrooge, mirándole perplejo.
-Puedo.
-Sentaos,
pues.
Scrooge
hizo esa pregunta porque no sabía sí un espectro tan transparente se hallaría
en condiciones de tomar una silla, y pensó que, en el caso de que le fuera
imposible, habría necesidad .de una explicación embarazosa. Pero el Espectro
tomó asiento enfrente del hogar, como si estuviera habituado a ello.
-¿No
creéis en mí? -preguntó el Espectro. ~ -No -contestó Scrooge.
-¿Qué
evidencia deseáis de mi existencia real, además de la de vuestros sentidos?
-No
lo sé.
-¿Por
qué dudáis de vuestros sentidos? ~ . --Porque lo más insignificante -dijo
Scrooge- les hace impresión. El más ligero trastorno del estómago les hace
fingir. Tal vez sois un trozo de carne que no he digerido, un poco de mostaza,
una miga de queso, un pedazo de patata poco cocida. Hay más de guiso que de
tumba en vos, quienquiera que seáis.
Scrooge
no tenía mucha costumbre de hacer chistes, y, según entonces sentíase el
corazón, sus bromas tenían que ser chocarreras. Lo cierto es que procuraba
mostrar agudeza como medio de distraer su propia atención y ahuyentar su
terror, pues la voz del Espectro le trastornaba hasta la médula de los huesos.
Permanecer
sentado. con la vista clavada en aquellos ojos vidriosos, en silencio, durante
unos instantes, sería estar, según pensaba Scrooge, con el mismo Demonio. Había
algo muy espantoso, además, en la atmósfera infernal, propia de él, que rodeaba
al Espectro. Scrooge no pudo sentirla por sí mismo, pero no por eso era menos
real, pues, aunque el Espectro se hallaba en completa inmovilidad, sus
cabellos, los ribetes de su casaca, se agitaban todavía impulsados por el ardiente
vapor de un horno.
-¿Veis
este mondadientes? -dijo Scrooge, volviendo apresuradamente a la carga, por la
razón que acabamos de exponer. y deseando, aunque sólo fuera durante un
segundo, apartar de él la pétrea mirada del aparecido.
-Lo
veo -replicó el Espectro. -¡Si no lo miráis! -dijo Scrooge.
-Pero
lo veo, sin embargo -replicó el
Espectro. -¡Bien! -repuso
Scrooge-. No haría yo más que tragármelo. y durante toda mí vida veríame
perseguido por una legión de duendes creados por mi fantasía. ¡Patrañas. digo
yo; patrañas!
Entonces
el Espíritu lanzó un grito espantoso y sacudió su cadena con un ruido tan
terrible, que Scrooge tuvo que apoyarse en la silla para no caer desmayado.
Pero mayor fue su espanto cuando el Fantasma, quitándose la venda que le ceñía
la frente, como si notara demasiado calor bajo techado. dejó caer su mandíbula
inferior sobre el pecho.
Scrooge
cayó de rodillas y se llevó las manos a la cara.
-¡Perdón!
-exclamó-. Terrible aparición, ¿por qué me atormentáis?
-Hombre
apegado al mundo -replicó el Espectro--, ¿creéis en mí, o no?
-Creo
---contestó Scrooge-. Tengo que creer. Pero, ¿por qué los espíritus vuelven a
la tierra y por qué se dirigen a mí?
-A
todos los hombres se les exige -replicó el Espectro- que su espíritu se
aparezca entre sus conocidos y que viajen de un lado a otro; y si un espíritu
no hace tales excursiones en su vida terrenal, es condenado a hacerlas después
de la muerte. Es su destino vagar por el mundo -¿oh, miserable de mí? -y no
poder participar de lo que ve, aunque de ello participan los demás y es la
felicidad de ellos.
El
Espectro lanzó otro grito y sacudió la cadena, retorciéndose las manos
espectrales.
-Estáis
encadenado -dijo Scrooge temblando-. Decidme por qué.
-Llevo
la cadena que forjé en vida ---replicó el Espectro-. La hice eslabón a eslabón,
metro a metro; la ciño a mi cuerpo por mi libre voluntad y por mi libre
voluntad la usaré. ¿Os parece rara?
Scrooge
temblaba cada vez más.
-¿O
queréis saber -prosiguió el Espectro- el peso y la longitud de la cadena que
soportáis? Era tari larga y tan pesada como ésta hace siete Nochebuenas. Desde
entonces la habéis aumentado. y es una cadena tremenda.
Scrooge
miró al suelo alrededor del Espectro. creyendo encontrarle rodeado por unas
cincuenta o sesenta brazas de férreo cable; pero nada pudo ver.
-¿Jacob
-le dijo suplicante-. viejo Jacob Marley. habladme más! ¡Habladme para mi
consuelo, Jacob!
No
tengo ninguno que dar ...-replicó el Espectro-. Eso viene de otras regiones,
Scrooge, y por medio de otros ministros. a otra clase de hombres que vos. No
puedo deciros todo lo que deseo. Un poquito más de tiempo se me permite
solamente. No puedo reposar, no puedo detenerme, no puedo permanecer en
.ninguna parte. Mi espíritu nunca fue más allá de nuestro despacho..., ¡ay de
mí!... En mí vida terrenal nunca mi espíritu vagó más allá de los estrechos
límites de nuestra ventanilla para el cambio; ¡y qué fatigosas jornadas me
quedan aún!
Scrooge
tenía por costumbre: cuando se ponía pensativo, meterse las manos en los
bolsillos del pantalón. Considerando lo que el Espectro había dicho, lo hizo
así, pero sin levantar los ojos y sin alzarse del suelo.
-Debéis
haber sido muy calmoso en ese asunto. Jacob -hizo observar Scrooge. en actitud
comercial. aunque con humildad y deferencia.
-¡Calmoso!
-repitió el Espectro.
-Siete
años muerto -murmuró Scrooge-.¿Y viajando todo ese tiempo?
-Todo
-dijo el Espectro-, sin reposo. sin paz. ¡Incesante tortura del remordimiento!
-¿Viajáis
velozmente? -En las alas del viento.
-Ya
habréis recorrido un gran número de regiones en siete años ---dijo Scrooge.
Al
oír esto. el Espectro lanzó otro grito, haciendo rechinar .la cadena de modo
espantoso en el sepulcral silencio de la noche.
-¡Oh,
cautivo, atado y doblemente aherrojado! --gritó el Fantasma-. ¡No saber que han
de pasar a la eternidad siglos de incesante labor hecha por criaturas
inmortales en la tierra, antes de que el bien de que es susceptible esté
desarrollado por completo! ¡No saber que todo espíritu cristiano que obra
rectamente en su reducida esfera. sea cual fuere, encontrará su vida mortal
demasiado corta para compensar las buenas ocasiones perdidas! ¡No saber que
ningún arrepentimiento puede evitar lo pasado! ¡Sin embargo. eso hice yo! ¡Oh,
eso hice yo!
-Pero
vos siempre fuisteis un buen hombre de negocios, Jacob -tartamudeó Scrooge, que
empezaba a aplicarse esto a sí mismo.
-¡Negocios!
-gritó el Espectro. retorciéndose las manos de nuevo-. El género humano era mi
negocio. El bienestar general era mi negocio: la caridad, la misericordia, la
paciencia y la benevolencia: todo eso era mi negocio. ¡Mis tratos comerciales
no eran sino una gota de agua en el océano de mis negocios!
Sostuvo
la cadena a lo largo del brazo, como si fuera la causa de toda su infructuosa
pesadumbre, y la volvió a arrojar pesadamente al suelo.
-En
esta época del año -dijo el Espectro- sufro lo indecible. ¡Por qué atravesé
tantas multitudes con los ojos cerrados, sin elevarlos nunca hacia la bendita
estrella que guió a los Magos a la morada del pobre? ¿No había pobres a los
cuales me guiara su luz?
Scrooge
estaba espantado de oír al Espectro hablar tan continuadamente y empezó a
temblar más de lo que quisiera.
-Oídme
-gritó el Espectro-. Mi tiempo va a acabarse.
-Bueno
-dijo Scrooge-. Pero no me mortifiquéis. ¡No hagáis floreos, Jacob, os lo
suplico!
-Lo
que no me explico es que haya podido aparecer ante vos como una sombra que
podéis ver, cuando he permanecido invisible a vuestro lado durante días y días.
No
era una idea agradable. Scrooge estremecióse y se enjugó el sudor de la frente.
-Eso
no es lo que menos me aflige -continuó el Espectro-. He venido esta noche a
advertiros que aun podéis tener esperanza de escapar a mi influencia fatal: una
esperanza que yo os proporcionaré.
-Siempre
fuisteis un buen amigo mío --dijo Scrooge-. Gracias.
-Se
os aparecerán ---continuó el Espectro- tres Espíritus.
El
rostro de Scrooge se alargó casi tanto como lo había hecho el del Espectro.
-¿Es
ésa la esperanza de que hablabais, Jacob? -preguntó con voz temblorosa.
-Esa.
-Yo...; yo preferiría no verlos -dijo Scrooge. ---Sin su vista -replicó el
Espectro- no podéis evitar la senda que yo sigo. Esperad al primero mañana,
cuando la campana anuncie la una.
-¿No
podría recibir a todos de una vez, para terminar antes? -insinuó Scrooge.
-Esperad
al segundo la noche siguiente a la misma hora. A1 tercero, a la otra noche,
cuando cese de vibrar la última campanada de las doce. Pensad que no me
volveréis a ver y cuidad, por vuestro bien, de recordar lo que ha pasado entre
nosotros.
Dichas
tales palabras, el Espectro tomó su pañuelo de encima de la mesa y se lo ciñó
alrededor de la cabeza, como antes. Scrooge lo conoció en el agudo sonido que
hicieron los dientes al juntarse las mandíbulas por medio de aquel vendaje. Se
aventuró a levantar los ojos y encontró a su visitante sobrenatural mirándole
de frente, en actitud erguida, con su cadena alrededor del brazo. ,
La
aparición fue apartándose de Scrooge hacia atrás, y a cada paso que daba,
abríase la ventana un poco, de modo que cuando el Espectro llegó a ella estaba
de par en par. Hizo señas a Scrooge para que se acercara, y éste obedeció.
Cuando estuvieron a dos pasos uno de otro, el espectro de Marley levantó una
mano, advirtiendo a Scrooge que no se acercara más. Scrooge se detuvo.
No
tanto por obediencia como por sorpresa y temor, pues, al levantar la mano el
Espectro, advirtió ruidos confusos en el aire, incoherentes gemidos de
desesperación, lamentos indeciblemente pesarosos y gritos de arrepentimiento.
El Espectro, después de escuchar un momento, se unió al canto fúnebre y salió
flotando en la helada y obscura noche.
Scrooge
se dirigió a la ventana, pues se moría de curiosidad. Miró afuera.
El
aire estaba lleno de fantasmas,,que vagaban de aquí para allá en continuo
movimiento y gemían sin detenerse. Todos llevaban cadenas como la del espectro
de Marley: algunos (tal vez gobernantes culpables) estaban encadenados en
grupo; ninguno tenía libertad. A muchos los había conocido Scrooge cuando
vivían. Había sido íntimo de un viejo espectro, con chaleco blanco, con una
monstruosa caja de hierro sujeta a un tobillo, y que se lamentaba a gritos al
verse impotente para socorrer a una infeliz mujer con una criaturita, a la que
veía bajo él en el quicio de una puerta. El castigo de todos los fantasmas era,
evidentemente, que procuraban con afán aliviar .los dolores humanos y habían
perdido para siempre la posibilidad de conseguirlo.
Si
tales fantasmas se desvanecieron en la niebla, o la niebla los amortajó, no
podría decirlo Sçrooge. Pero ellos y sus voces sobrenaturales se perdieron
juntos, y la noche volvió a ser como cuando llegó a su casa.
Cerró
Scrooge la ventana y examinó la puerta por donde había entrado el Espectro.
Estaba cerrada con dos vueltas de llave, como él la cerró con sus propias
manos, y los cerrojos sin señal de violencia. Intentó decir
"¡Patrañas!", pero se detuvo a la primera sílaba. Y hallándose muy
necesitado de reposo, por la emoción que había sufrido, o por las fatigas del
día, o por haber entrevisto el Mundo Invisible, o por la abrumadora
conversación del Espectro, o por lo avanzado de la hora, se tendió
resueltamente en el lecho. sin desnudarse, y al instante se quedó dormido.
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EL PRIMERO DE LOS TRES ESPIRITUS