Arte de Edward Burne Jones
"Los d
ías de la creación"
"El quinto dí
a"

La Jerarquía Celeste

de Dionisio Areopagita

CAPITULO IV

Lo que significa el nombre "ángel"



1. Creo que he explicado ya lo que entiendo por jerarquía y debo, según eso, entonar un himno de alabanza a las jerarquías angélicas. Con ojos que miren más allá del mundo he de contemplar las figuras sagradas que les atribuyen las Escrituras para que, a través de esas místicas representaciones, podamos elevamos hasta la simplicidad de Dios. Entonces, con la debida adoración y acción de gracias, glorificaremos a la Deidad, fuente de cuanto podamos conocer de las jerarquías.

Ante todo, debemos afirmar esta verdad: la Deidad supraesencial ha establecido la esencia de todas las cosas y les ha dado la existencia. Es propio de la Causa universal, Bondad suprema, llamar a comunión consigo todas las cosas en cuanto a éstas les es posible. Por eso, todo ser participa en cierto modo de la Providencia que viene de la Deidad supraesencial, Causa de todo. En realidad, nada puede existir sin que dependa en modo alguno de aquel que es fuente de todo ser. De El participan las cosas inanimadas por el mero hecho de existir, pues todo ser debe la propia existencia a la Deidad trascendente. Los vivientes, a su vez, participan del poder que da la vida y sobrepasa toda vida. Los seres dotados de razón e inteligencia participan de la Sabiduría, perfección absoluta, primordial, que sobrepasa toda razón e inteligencia. Queda claro, pues, que estos últimos seres están más próximos a Dios porque de muchas maneras comparten con El.

2. Comparados con las cosas que se limitan a existir, con los seres de vida irracional, e incluso con nuestra naturaleza racional, los santos órdenes de seres celestes son evidentemente superiores por cuanto han recibido de la divina largueza. En el modo de conocer se parecen a Dios. Con El conforman sus inteligencias. Por eso, entran naturalmente en mayor comunión con la Deidad: porque están siempre en marcha a las alturas; porque, en cuanto es posible, tienden a concentrarse en el indeficiente amor de Dios; porque de modo inmaterial y en toda pureza reciben la luz directamente de su origen; porque su vida, guiada por tal luz, es plenamente inteligente.

Estas inteligencias son las que más íntima y ricamente participan de Dios, y a su vez son las primeras y más abundantes en transmitir a los demás los misterios escondidos de la Deidad. Por lo cual, a ellos les corresponde por excelencia antes que a nadie el título de ángel o mensajero. Son los primeros en recibir la iluminación de Dios y por medio de ellos se nos transmiten las revelaciones que exceden sobremanera nuestros alcances; como dice la Escritura, la Ley que nos fue dada por ángeles. En tiempos anteriores y después de la Ley fueron ángeles los que guiaron hasta Dios a nuestros ilustres antepasados. Lo hacían manifestándoles lo que debían hacer o apartándolos del error y vida de pecado para traerlos al camino recto de la verdad. También les revelaban las sagradas jerarquías visiones de misterios escondidos a este mundo, o divinas profecías.

3. Quizás alguien diga que Dios ha aparecido sin intermediarios a algunos santos. Debe saber que las Santas Escrituras afirman claramente que "a Dios nadie le vio jamás" y nunca verá nadie lo más recóndito de la Deidad. Cierto que Dios se ha aparecido a personas santas. Así era conveniente a la Deidad acomodarse a la manera de ser de los videntes. La sagrada teología llama con razón teofanía a las visiones en que Dios, que no tiene figura, se manifiesta en semejanza y forma determinada. Dispone a los videntes para un plano divino. Reciben iluminación de Dios y de algún modo quedan instruidos sobré los misterios divinos. Fue el poder de Dios quien dispuso a nuestros antepasados para verle de esta manera.

 

¿No afirma la Escritura que Moisés recibió directamente de Dios las sagradas ordenanzas de la Ley? Así podía enseñarnos con verdad que aquella legislación era copia exacta de lo divino y sacrosanto. Pero la teología nos muestra claramente que estas divinas ordenanzas nos fueron dadas por medio de los ángeles a fin de que aprendamos el mismo orden establecido por Dios: que mediante las jerarquías superiores los seres inferiores se elevan a la Deidad. Ahora bien: en la Ley dada por el que es principio supraesencial de todo orden hay disposiciones que afectan no sólo a los grados superiores y a los inferiores de aquellas inteligencias. Establece, además, que dentro de cada jerarquía los órdenes y potencias se distribuyen en tres grados: primero, medio y último, y que los más próximos a la Deidad deben instruir a los menos cercanos guiándolos hasta la presencia de Dios, su iluminación y comunión.

4. Observo también que el divino misterio del amor de Jesús a los hombres fue primeramente manifiesto a los ángeles y por medio de ellos llegó a nosotros la gracia de su conocimiento. Fue el santísimo Gabriel quien declaró al sacerdote Zacarías el misterio de que, contra toda esperanza y por gracia de Dios, tendría un hijo que sería el profeta de la obra divino-humana de Jesús, quien iba a manifestarse para bien y salvación del mundo. Gabriel comunicó a María cómo se cumpliría en ella el misterio divino de la inefable deiformación. Otro ángel explicó a José que verdaderamente se habían cumplido las promesas hechas a su antepasado David. Otro asimismo llevó la buena nueva a los pastores que por su vida tranquila y separada de las gentes estaban ya de algún modo purificados. Se juntó al ángel "una multitud del ejército celestial" para transmitir a todos los habitantes del orbe el célebre himno de alabanza.

Levantemos ahora la mirada a las más altas revelaciones de las Escrituras. Observo, efectivamente, que Jesús, Causa supraesencial de todos los seres que viven más allá del universo, vino a tomar forma humana sin cambiar su propia naturaleza. Después nunca abandonó la forma humana que El había dispuesto y escogido. Obediente la sometió a los deseos de Dios Padre, que los ángeles hicieron manifiestos. Ángeles fueron los que instruyeron a José sobre los planes del Padre para la huida a Egipto y el retorno a Judea. Jesús mismo recibió órdenes del Padre por medio de los ángeles. No tengo necesidad de recordaros la sagrada tradición del ángel que confortó a Jesús o del hecho que Jesús mismo, por la sobreabundante bondad con que llevó a cabo nuestra salvación, es contado entre los ángeles de la revelación con el nombre de "Ángel del consejo". ¿No fue El en verdad un ángel por habernos anunciado lo que conoció del Padre?
 

 




 

 
 

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